Recυerdos Radioactivos.

Tal vez seamos unos tontos al jugar a querernos, 

pero que más da, así somos.

Un día nos amamos tanto y al otro no paramos de odiarnos. Jugamos y jugamos a querernos, a amarnos uno al otro. A celarnos por el día y adorarnos por las noches. Jugamos a besarnos durante horas, durante días, durante meses, durante años. Jugamos para hacer reír al otro, con nuestras estupideces, con cada una de las tonterías que sacamos a diario. Divertirnos y no llorar, aunque aveces el llanto se nos sale en el camino. Juegos como el ser invencibles, a estar en los más alto, a tocar el cielo. Jugamos a que nada es es más importante que este juego, nuestro juego. A olvidarnos de todos, a olvidar todo eso que nos hace daño por momentos, jugamos a olvidar el pasado y aferrarnos al presente. 

Juegos como el concentrarnos en las pupilas del otro, aferrarme a tus ojos verdes, y tú aferrarte a mis labios. Fotografiamos futuros recuerdos. Jugamos a ser la mejor sinfonía escrita y el ruido más insignificante. Jugamos a imaginar un futuro, juntos. Tú y yo nada más. Aprendernos los lunares del otro, esos que llevan mi nombre y tú nombre. Jugamos a ser felices. Jugamos de un lado al otro, en tu cama, en la mía, en tu cuarto y en tu sala. Jugamos a que los 3 y los 12 son o no son especiales. Jugamos a demostrar que estando juntos nadie puede vencernos. 

Jugamos sabiendo que todo esto no es un juego y que es nuestra propia realidad.

¡Agosto, no me defraudes!